Todo en tu hablar es perfección. Diosa que atraviesas las provincias, rompiéndolas en dos para llegar a mí.
Qué suave se ve tu piel desde la lejanía, tan cerca de mis manos lo redondo de tus tetas. Se pasean por mi cabeza tus piernas de afrodita y se levantan mis caderas explorando las tuyas.
Caminaremos por el asfalto frío de la noche descalzas y desnudas… Como en todas mis quimeras bailaremos cualquier melodía de esas películas virulentas que te gustan, mi niña…
Iré a buscarte donde tu cuerpo habite. Molestando a tus padres con mi chocante presencia. Niña que ya es mujer, inocente entre mis piernas.
Sorpresivo tu arribo en mi días con tu venida desnudez. Iré a buscarte aunque importune a tus amigos con mi haber.
Robando tu atención para mí y cada espacio de tu ser. Todo en tu voz es perfección como mi invención de ti desde que arribas hasta tu partir.
Cada parte de mi cuerpo es gris hasta que tus manos magrean con la suavidad de tu pudor marcan tus letras en mi.
El destino en desacierto; puente desaguisado que separa tu tez de la mía; malicioso arrebato.