Ese dia domingo en un año cualquiera de el siglo diez y siete, cuando Humboldt conmovio a los frailes Domínicos a remover la tierra que cubria tu rúbea y sierpa tez: La ferocidad que tus hijos, Huitxilopoxtli y Quetxalcóatl, conocieron de ti, pasmo al santo abate y al pensador alemán. Cuantos siglos dormida sin beber Tu merecido y necesitado bermellón Liquido, aun tibio, del corazón palpitante; ofrenda a ti, ¡Oh, Madre Terrible de los Antiguos dioses Aztecas!