Una noche en la Ciudad de México, En esa ciudad antigua, espesa de cultura sobre un árido Lago de Texcoco; primitiva como sus religiones sangrientas, y moderna como afilado Cuchillo de plata y nácar. Aunque las piramides de el sol Y la luna No fueron testigos, Y no nos encontramos abrazados, desnudos, sobre la Calzada de Los Muertos, La nívea sabana se tiño de virginal Pureza en rojo de entrega, tu vez primera.