Ante la sombra y el dolor,
el miedo o la frustración,
la apatía o el hundimiento,
nace el fuego del fulgor...
¡Ave fénix, libre al viento!
Con ganas, sin el lamento,
una y un millón de veces,
vive siempre más que muerto:
¡ave fénix, libre al viento!
Con fuerza y con empuje,
ante cada caída o derrota,
la condena se hace fuego,
y con ella alza el vuelo:
¡ave fénix, libre al viento!
Con garra y buen aliento,
ante el dolor o el tormento,
frente a la desilusión:
¡ave fénix, libre al viento!
Con firmeza y entereza,
ante la noche más fría,
con el alma y su llama:
¡ave fénix, libre al viento!
Con razón y entendimiento,
sin temor y con amor,
ante todo desaliento:
¡ave fénix, libre al viento!
Con vigor y fuerte brío,
ante el propio sufrimiento,
el tormento o el vacío:
¡ave fénix, libre al viento!
Una y un millón de veces,
renace siempre más que muerto:
¡ave fénix, libre al viento!
¡Ave fénix, libre al viento!