Quien cree firmemente
en aquello que hace
posible que todo sea lo que es,
y en el porqué de las cosas...
intervenga lo divino o no.
Quien considera primordial
la interacción universal,
su causa, su razón,
su propósito,
siendo esta real, evidente,
en plena acción...
expandiéndose a su
propio ritmo.
Cree en todo lo posible,
en la esencia misma
del creer, en el hilo que
enlaza escepticismo,
fe y razón.
Quien confía firmemente
en lo que da sentido
a todo, y en el misterio
que lo envuelve,
cree en algo distinto
a la mayoría,
sin juzgar, sin jerarquías.
Pues el acto de creer
trasciende todas las
formas de juicio.
Más allá de la fe,
sin la necesidad de
definir lo que es mejor o peor.
Por eso, decir que no se cree
en nada, o que todo proviene
de lo divino,
es como decir que no
se quiere a nadie...
o que se entrega la
razón a lo inalcanzable.
Quién diga que no cree en nada,
¿se equivoca?
para mí sí,
no sé puede vivir sin creer,
pue solo creyendo en lo que se hace,
se logran metas.