Creadas por el magma de mil colapsos, por presiones que ni la tierra recuerda.
Solo servimos de apoyo: sostén de habitaciones sin almas, pisos para lágrimas que nadie barre.
Nos desgastan ríos que no elegimos, corrientes de llanto ajeno tallando surcos en esta piel inmóvil.
Ellos creen que no sentimos. Que no tenemos corazón. Pero en nuestras grietas guardamos huellas de pies que huyeron, rastros de besos que nunca fraguaron.
Las rocas no hablan: observan. Y en el rocío de cada madrugada, derriten su silencio.