No creo que sea dejar ir,
pero tampoco quedarse,
como dar algo que no tienes,
pero ¿cómo no darlo todo?
¿Qué forma le das al tiempo,
esa geometría que encaje contigo
pero sin llegar al egoísmo
o al olvido exterior?
Encontrar alguna señal o sinfonía
entre los enredos de una lengua
que al final no quiere hablar
o tratar de enredárnosla para remisir.
Pero al percibir esa conexión jamás tactada,
que te hace darte sentir
como si vives realmente por primera vez,
como si sintieras que vives otra vez
Tampoco es dejar ir
si regué todo este campo con mi sudor,
tanto que, si me voy,
por más que el suelo grite que es mío,
el cielo refleje mis ojos
y la brisa empape mi aroma,
si alguien más está aquí cuando no esté ni mi sombra,
al final nunca fue mío.
Por más camino y por más verde,
nunca fue mío.
Lo florecí, yo lo regué de mí,
pero antes de mí ya estaba.
Ya había brisa, ya había cielo
y ya había tierra.
Quedarse…
pero las brasas del sol adhieren mi piel al suelo.
Por más lunas, nuble o llueva,
siempre regresa al amanecer.
Siempre llega el día a derretir mi reloj
que marca mi horario.
¿Qué geometría le pondré ahora al tiempo?
¿Qué tenía que vestir?
¿Quién soy yo?
Soy de este verde,
este cielo con mis pupilas
y esta brisa de mí…
pero ¿quién soy yo ahora?
¿Quién era yo antes de sudar esto
hasta que germinara,
antes de que mi piel se adheriera al suelo?
Irme,
pero sin mi piel,
sin mis ojos,
dejar el viento que refrescaba mis noches,
sin mi aroma,
pero sin tener que esperar
a que los vapores llegaran
a tapar el sol.
Pero bueno…
¿Entender a la lengua
o tratar de enredármela yo?
¿La lengua quiere que la entienda?