Fui tan real… que asusté. Tan honesto que dolía. Tan lleno de alma que no cupo en su vida vacía.
Le hablé con el lenguaje que sólo entienden los que miran el mundo con los ojos cerrados, desde el centro del pecho. Pero ella escuchaba en otro idioma, el de los que aman a medias.
Yo amaba con hambre, con sed, con el tipo de fuego que no sabe apagarse. Pero fui el incendio que ella evitó.
Y aprendí…
Que a veces el amor más puro es ignorado. Que hay corazones que no quieren profundidad, prefieren lo fácil, lo que no compromete, lo que no deja huella.
Y yo… soy huella. Soy eco. Soy esas verdades que nadie quiere escuchar porque desnudan. Porque duelen. Porque incomodan.
No me arrepiento de amar. Porque al menos fui verdadero. Mientras otros solo repiten frases como si fueran canciones de moda, yo escribía universos con mi dolor.
Y ahora sé…
Que no nací para ser opción, ni consuelo, ni segundo intento. Nací para alguien que me vea como se mira un milagro después de mil tormentas.
Llegará. No sé cuándo. No sé cómo. Pero llegará.
Y cuando llegue no tendré que explicarme, ni reducirme, ni esconder lo que soy.