A veces —cuando cierro los ojos— veo con más claridad que despierto. Y entonces me pregunto: ¿será la luz una sombra más densa?
¿Quién decidió que esta silla existe? ¿Quién dibujó los bordes de mi piel? ¿Soy el que piensa o el pensamiento que se sueña a sí mismo?
Mi nombre… ¿es mío, o me fue asignado por el eco de un idioma que no recuerdo haber elegido?
Camino por un mundo que me juraron verdadero, pero todo lo que toco se deshace cuando dejo de pensarlo.
Si el dolor duele aunque nadie lo vea, ¿es más real que la piedra que calla?
Si el amor quema aunque nunca se toque, ¿es más cierto que la carne que sangra?
Si todo lo que soy puede volverse polvo en el instante en que alguien deja de recordarme…
…entonces, ¿existí alguna vez?
A veces creo que soy el insomnio de un dios arrepentido, o el sueño de un niño que aún no nace. Quizás la vida no es más que eso: una pregunta sin voz, que se repite eternamente en la conciencia de lo invisible.
¿Y si despertar es el verdadero olvido? ¿Y si vivir no es más que dormir de pie, con los ojos abiertos y el alma cerrada?
Todo me suena a mentira: el tiempo, el lenguaje, la muerte… hasta yo.
Menos vos. Porque si vos no existís, prefiero seguir dormido en este delirio que llamamos mundo.