Te di lo que no se compra: mi tiempo, mi alma, mis ganas, mis noches sin sueño, mis frases más humanas.
Fui todo sin condiciones, sin contrato, sin red, sin juego. Mientras yo me desvivía por vos, vos ya pensabas en tu próximo “te quiero”.
Fui real… y en tu mundo de máscaras, eso molesta. Porque amar de verdad hoy parece una ofensa.
Te quise cuando no eras ni sombra, cuando tu mundo se rompía en pedazos, y ahora que aprendiste a volar… me soltaste las manos.
Pero escuchame bien, y que estas líneas te ardan en la conciencia: no valió la pena. No valió todo lo que di, porque lo diste por hecho, como si mi amor fuera una fuente sin fin.
No fuiste pérdida. Fuiste lección. Una de esas que duelen, pero enseñan el valor de decir “basta” a tiempo.
Ahora soy yo el que se pone de pie con el pecho lleno de espinas… pero de pie.
Y si alguna vez recordás lo que fui, sabé que fuiste tú quien arrojó oro al barro. Sabé que perdiste al que lo dio todo, por buscar a quien no te daría ni la mitad del alma.
Y yo, con el pecho abierto y el corazón espinado, me levanto más fuerte, porque aprendí: nunca más me doblo por alguien que solo sabe romper.