Hoy es un día gris, no por la lluvia que apenas toca la tierra, sino por la bruma que se cuela en mi alma.
Anoche, dormí entre susurros que no se apagan, voces que llegan como viento entre las rendijas de un corazón cansado.
Sentí —te juro— un cuerpo tibio a mi lado, no era carne, no era sombra, era algo que no se nombra. ¿Fue mi mente? ¿O un eco que mi alma llama sin saberlo?
Hay un límite tan delgado entre lo real y lo invisible, entre lo que duele y lo que solo quiere ser oído.
¿Los atraigo yo? ¿Me buscan ellos? ¿Son reflejos de vacíos que no sé llenar?
Y aquí estoy… entre oraciones, entre lágrimas y fe, intentando entender si estos murmullos vienen del cielo, del infierno, o de algún rincón roto dentro de mí.
Pero aún así, me levanto. Porque aunque sea gris, el día sigue siendo día. Y yo, sigo siendo yo.