Mi verdadero yo, el que no conoce el placer. Palabras de un Dios simple, a quien no puedo ver, que se retuerce de mi intento por pervivir.
¿A esto se le llama emoción? ¿Con esto llenaré de fortuna mi corazón? ¿Nadie nota mi insatisfacción? ¿Surgirá mi hambre de esta manera?
Entre lamentos, estar de pie termina siendo mi remedio preguntandome con que sesnación lo condimento, a quién hoy me tocará devorar deseandolo con la ***** de mis dedos. Asqueroso engendro, que con tu irritable voz, mi estómago hace una petición: estimula mi vientre, llenas mis deseos comestibles.
Arráncate esa voz hasta desprenderla llama a los tambores con tus intestinos, querido plato entrante. Porque por más que estrelle, vomite, y me retuerce, el hambre sigue sin detenerse.
Mi voz no es más que la desgracia que desencadena los desfortunios ajenos, quebrantando lo que ha de quedar de mi víscera. Deseo masticar.
¿Cuántas veces habré golpeado mi cabeza? merecedor acepté, culpable de errores que me deshacen, me despedazan, y me dejan sin alma.
Si llegara a escuchar que no lo necesitaba, que mi alma pide a gritos detener mis instintos...
Mi cuerpo, que carece de corazón y sin forma de rellenarlo, vive bajo llantos que mojan mis camisas, bajo dolores que no son míos.
Calla tu irritable voz fina, que revuelve mi estómago. Por favor que no lo necesito.
Muestrame más tu llanto refúgiame entre pecados yo seré el que te termine remplazando.