Mis hojas ya no son verdes. Las mariposas que dormían en mi sombra se fueron sin dejar rastro.
Yo las vi partir. No corrí tras ellas.
Entendí que el otoño ese ladrón silencioso había marcado tu fin. Tus venas estaban negras de plaga, y yo, en lugar de regarte, dejé que la savia se volviera lágrima. Que el viento te arrancara hoja por hoja hasta dejarme desnudo.
Ahora el invierno viene. Lo sé. Pero prefiero este frío limpio a tu follaje podrido.
Tú fuiste todo: agua, sol, luna. Ahora solo eres el crujir de hojas muertas bajo mis pies.