He caminado (quien sabe cuanto) coleccionando la piel muerta que caía de un reloj ubicado en la esquina llena de moho de mi cuarto.
No tengo historias para contar, no sentí nada real, no fui nada real.
Mi vida se encuentra en los pasillos de un edificio vacío donde merodean todas mis mascotas esperando que les dé de comer, las que siguen con vida, al menos.
Construí un mundo nuevo hecho del humo del fuego. En él pasan todo tipo de eventos que justifican todo tipo de violencia, que trato con olanzapina e idealización suicida.
Los minutos, por su parte, tropiezan de un escalón a otro hasta el fondo.