A las 11:22, recibí tu notificación. “AA está escribiendo…” pero no llegó ningún mensaje. Solo vi tu nombre, tu presencia silenciosa.
Luego vi que visitaste a mi perfil, y me enviaste un sticker, un “buenas noches.” Lo abrí… y me puse triste. Desde lejos, te deseé una buena noche, aunque tú no lo sabrás.
Pero ya no puedo más. Mi silencio y mi distancia no son por orgullo… es porque ya me cansé.
De ser yo quien siempre te busca, quien te anima en tus mejores y peores días, quien responde rápido, quien hace tiempo para ti… quien quiere verte cuando tú no haces lo mismo por mí.
Tus palabras son un vaivén, un ir y venir, se contradicen, y nunca se alinean con tus acciones con tus palabras.
Y en diciembre… te volviste frío conmigo. Ahora entiendo por qué: estabas con ella. Después de tantos meses diciendo que querías que fuera yo, pero que necesitabas “tiempo”…
Qué ilusa fui. Fui fiel a tus palabras, mientras tú ya habías cambiado de historia.
Te extraño, sí. Y aún me cuesta no responderte. Pero ya no puedo volver a un lugar donde mi confianza se rompe, donde el cariño que doy no se me devuelve.
Yo dejo señales, esperando que entiendas… pero parece que entendemos el amor de maneras muy distintas.
Para AA.
Créeme que no es fácil en no responder, pero se que dejarte ir es para mi bien estar. Pero aún te agradezco por desearme una buenas noches. Te mandé buenas noches hasta la distancia en el momento que lee tu mensaje.