No es la ausencia lo que nos hace libres, ni el despojarnos de todo lo que brilla. La espiritualidad no es vacío, sino la luz que no nos ata, la mano que suelta sin dejar de sentir.
No es el Ferrari, ni su ausencia, sino la mirada que lo atraviesa, que lo ve como un destello de la materia, un eco del universo en movimiento. No es el objeto, sino el vínculo, el hilo invisible que teje la vida.
¿Qué es una cosa sin el alma que la nombra? ¿Qué es un paisaje sin los ojos que lo habitan? Todo es expresión, todo es danza, una maravilla que se abre paso en la trama infinita de lo existente.
No se trata de poseer o no poseer, sino de no ser poseído. De caminar sin cadenas, de abrazar sin ahogar, de vivir sin perdernos en el vivir.
La vida no es un extremo, no es el apego ni la renuncia. Es el balance, el punto quieto donde todo fluye y nada nos retiene. Es estar presentes, conscientes, en el vínculo sagrado con todo lo que es.