Miraba por su ventana y allí afuera encontraba las sombras de su cuarto, el color a asfalto, y las nubes sin lluvia, injustificadas.
Viviendo su vida injustificada, gritaron: —¡Hacé algo!
Rápidamente volvió la mirada, rápidamente negó lo que le era negado. Para no morir, olvidaba.
Detrás ve lo mismo que adelante.
No recuerdo mi último sueño... ¿Por qué parezco desvanecerme con tan poca gracia?
¿Por qué se desprende de mí todo lo que alguna vez creí odiar, dejándome la cicatriz de una quebrada melodía, de una caída que nunca concluyó pero, aun así, me dejó sin vida?