Penitencia número uno: Intentaré no pensar en ti y en mí en la misma cama. Y tú también, intenta no pensar en el color de mi piel ni en mi cuerpo.
Penitencia número dos: No hablaré contigo, esta es una oración y una promesa. Y tú también, sigue haciendo lo que haces, finge que no quieres mis besos.
Penitencia número tres: Intentaré imaginar que eres el sol quemando mi piel. Qué dolorosamente bien besas mi cuerpo. Y tú también, trata de imaginarme como si fuera la luna de tu marea. Como si no pudieras estar sin mí por la noche.
Penitencia número cuatro: No te hablaré, pero me arrodillaría frente a ti como un altar. Qué fervor te oraría y te adoraría. Y tú también, intenta orar a Dios por mí cuando ya me haya ido para siempre. Como si pudieras vivir sin mí en este mundo loco.
Penitencia número cinco: Es simple. Iría, saldría de tu vida y te regalaré mi silencio. Debería ser simple. Déjame ir y regálame el camino de salida si no puedes darme el cielo.