Helen, buscas el amor con demasiado ímpetu casi con desesperación como si temieses que nunca nadie te quisiese. Me gustaría ser ligera para volar con el viento para que el cauce del río me arrastrase hacía su desembocadura y mar adentro. Sintiendo el dolor bailando en el interior de mi estomago, recorriendo mi esófago. Desesperada realidad que intenta huir por cada poro de mi piel, al respirar al tragar. Nunca deberíamos sufrir por amor nunca deberían permitírnoslo pero lo hacen, aunque eso no nos haga fuertes aunque eso nos debilite y nos consuma hasta dejarnos en pequeñas virutas, en pequeñas cenizas tan ligeras como para volar con el viento, tan pequeñas como para desaparecer en silencio, con el tiempo. Helen, tu fuiste una de esas once vírgenes a las que violó el violador. Memoriza nuestras conversaciones para poder hacer una segunda lectura a tus palabras, quiero tu amor, lo necesito. Memorizo tu abrazo para más tarde recordarlo. El edificio se desliza hacía ti Helen, sirena galáctica paseando tiburones por el espacio Quiera o no quiera poco a poco me alejo más de ti.
Es por la noche y ya no estás Desde las calles observo toda la ciudad la acera, las plazas y sus bancos, no hay ningún sitio en el mundo donde tu no hayas estado no existe el suelo que tu no hayas pisado. A solas en tu cuarto solo me pregunto cuantas cosas habrán visto estás paredes que yo no puedo que aún siendo sincera me ocultas la mentira en los huesos me atas la soga al cuello. Intento olvidarme pero no existe lugar en este mundo donde tu y yo no hayamos estado.
Helen, es por la mañana y te has marchado Desde la cama observo toda la habitación el suelo, los muebles y sus objetos, no queda nada que tu no hayas tocado, no queda nada que no tenga tu olor tu esencia, tu calor.