Quería una escalera muy alta, trepar por las gotas de agua, escalar las nubes empinadas, volar lejos sin tener alas, encender las luciérnagas anidando en el mar verde del cielo.
Quería un rayo de luz elocuente como cínico rugido a la muerte, quemar las arrugas del dolor inerte al no poder verte.
Quería lavar mis lágrimas y forjarla con una asesina espada, apuñalar mis locos quebrantos sin olvidar el atesorado acantilado de tus abrazos.
Quería hallar la sombra de tu figura sacándola del cajón de los espantos, liberar tu espíritu de la botella, arroparte en espuma de recuerdos.
Quería acariciar tus cabellos blancos, navegar al lejano infinito, traficar la moneda del barquero, hallar silenciosas palabras, vomitar maléficos lamentos, pernoctar en las agitadas aguas.
No quería una montaña quería tocar tu corazón con mi alma, mimar tus ojos de perla, vestir tus dedos desnudos, quería que no desplomara el telón de tus ojos, quería seguir viéndote quería no perderte.