Ave negra, el vino de lunas rojas bombea en tu cavidad. Vivos ojos, colmados por cristalinas aguas de sal. Pero tras ambas lagunas, aunque enjambres de sombras, son las estrellas uberrimas las que atraen a la oscuridad. Su sutil voz brilla eterna en los dos soles nocturnos ante el declive del mar. El ocaso que sabe mirar, puede apreciar su belleza cuando las ventanas se abren de par en par.