Dios de omnipotencia melódica, en una mañana de tu apetencia, puedes llover tempestades y mi piel así cae descascarada sobre tierra muerta. Cuando apareces con esos ojos de diablo desentrañas el meollo de mi cuerpo, y de rojo incandescente lo dotas. Y con tus garras, encantador salvaje, me apresas y me dejas sedienta para que me embriague con tus sombras que me abrazan nocturnas en el océano melancólico del abismo. Yo ante tu voz de fiera, voz de fuego, caigo rendida a tus pies, muerta de hambre, esperando la vida de nuevo por esos labios sangrientos que me dan el gemido de luz para poder respirar, para poder ver y sentir realidad entre el oscilar del tiempo que mi muerte descansa en tu pecho.