Era pasto seco, cascado, como a quien se le pasan los días y nada espera. Sus ojos apuntaban al vacío, callaban el peso de una guerra.
Al frente de un muro sin puerta no queda más que la despedida, esa hermana que acompaña.
Era el tedio que acogía al alba, y guardaba un silencio atiborrado, como mármol frío que te aleja.
Fue mi pecho el que recibió el balazo, desplomando toda frontera. Busqué en el destierro su alma, como quien mira y nada encuentra. Ese hombre era un fantasma.