En los tiempos donde el sol huele a muerte
y en las noches barre por las casas,
nos acompaña como un fantasma
la guerra que en silencio vierte
incertidumbre en nuestras almas.
Hierve entre los hombres
un silencio prolongado
y las voces se hacen plomo,
negros augurios que carcomen.
Hoy tengo más miedo a la vida que a la muerte,
que si de riquezas se trata,
te entrego mis ojos
y que se desvanezcan ante la filantropía
como sombra de una utopía.
Temo por nosotros, por la humanidad
como un desolado ensueño surrealista.
Temo por la oscuridad que acecha,
de nuestras almas, la cara fría.
Hoy tengo más miedo a mi miedo que nunca,
cuando en la noche la esperanza trunca,
y desconfío.
Desconfío de la sombra que nos corroe.
Mis manos tiemblan cuando pienso,
pero al escribir se ponen firmes.
Mi moral, mis convicciones.
Vocifera una jauría inquieta,
el murmullo de la desesperación,
cuando veo a rostros hundirse en el vacío,
avivando la hoguera.
En el pasado vi escarlata que cubría la tinta.
Sobre los hombres sin derechos llovía,
el desgarrador improcedente vestigio
de un espacio sin salida.
Se habla de una conspiración
y se escudriña a un culpable,
pero no se habla de lo que desvela
la tragedia ante nuestras vendas.
Necesito saber que el burgués
no se llevará el pan
y que entre los muertos
no caminará la prole.
¿Será la vida digna de ser un fin?
si no es más que una guerra,
yo soy un zapato viejo e inútil.
Como geografías insulares en la ciudad
me retiro de las calles y renuncio.
Renuncio a ti, a nosotros, a mí misma,
y me niego a la enfermedad.
Nos miro y lloro a la injusticia
y a la vida calumniada.
Quiero creer en la humanidad.
Quiero creer en las personas
y naturaleza como estirpe del mismo oro.
Quiero creer que ganaremos
a quien irracionales dijo que éramos,
o parásitos de la vida misma,
y a la historia volcaremos.
Nos ganaremos a nosotros
como conquista, como humanos,
como el sentido a nuestro vacío.
Me arrodillo.
Me arrodillo ante calles desiertas
y por primera vez en mi vida rezo
y no es a Dios.
Rezo a la humanidad.
Rezo por valores que vivan
como virtud de nuestras almas,
aunque amenace la enfermedad.