Aparente apariencia eres tú, dilatada sombra anclada a mí, silenciosa y locuaz, tras los días aprendí de tu voz que fielmente no me dejaste y con el tiempo te copié yo a ti.
Como presencia muda entre la gente vagué, me volví como la sombra del probable mañana y del ayer, de las calles concurridas de personas apuradas, del niño que llora, el paño de lágrimas, de las bandadas de aves, su elegante vals y de las altas montañas, su solemne quietud.
Aunque una leve luz, delató que mi sombra era sombra de una sombra y que en las noches oscuras era yo un sinfín de formas de otras cosas, esclava a el opaco volumen de otra sombra.