¿Seré acaso yo el latente vacío que gravita en el espacio desnudo de mi alma y se desprende de sí como el delicado sonido del trueno?
Un atemporal vasto campo de margaritas próximo al rocío transparente que es mi piel y va deslizándose lentamente hacia la nada.
Se compagina la oscuridad y luz en un rostro inexpresivo, te veo, es la llama del crepúsculo que se rige en tu mirada. Ahí encerrada, la vacuidad.
¿Seré acaso un inicio y un final? Me deslizo suavemente hacia la brecha de la cual emerge el todo y la nada por un cauce de infinitas posibilidades hacia la inexistencia pero en la eternidad.
Se cierra el telón, tras el velo no soy yo, soy libre. No hay tiempo, no hay espacio. Es un punto ***** en la blanca luz o la blanca luz en la profunda oscuridad.
Hay una puerta que al ingresar te permite entrar a la inexistencia. Te permite volverte en un punto. Esa puerta es el vacío.
El vacío aparece cuando conoces el peso de la existencia y se va cuando te desprendes de ella, cuando renuncias a las creencias que te amoldaban, convirtiéndote en un punto, en el inicio de otra forma.