Retumba una voz al alborada, diariamente implorando, llamandote por nombre, buscándote a Ti.
Dios mío! heme aquí!
Una mano ansiosa, extendida, encuentra un triste vacío: sin consideración la ignoras, te burlas al ver llegar su torbellino. Mientras, gritando te llama.
Dios mío!, heme aquí! Yo acepto tu reprensión!
Gramática editada por mi amigo, el señor José Martinez Versión original por Jorge Rangel