Te extraño desde el día en que dejaste de quererme, que no necesariamente fue cuando me terminaste.
Te extraño más en las noches, cuando voy a bajar a cenar; a veces sola, a veces con mis papás. Te extraño a ti, a las cervezas que te tomabas, a las películas que veíamos, al espacio del sofá que ocupabas, a las cotufas que quemaba y a las que te quedaban ricas. Extraño los días que nos quedábamos dormidos después de comer y los que no también.
Extraño escucharte; escucharte cuando hablabas de todo y cuando hablabas de nada. Escucharte escribiendo, aunque no dijeras ni una palabra.
Extraño que me asustes, que me fastidies, que me suenes los dedos, la frente.
Extraño que me avises, extraño abrirte la puerta, extraño molestarme porque siempre te ibas temprano y porque nunca me avisabas.
Ahora, cómo me hace falta que te quedes aunque sea hasta las 8:30 acá para que me des el poquito de cariño y atención que me dabas.
Siempre me sentí importante contigo, aunque capaz dentro de tus tantas cosas nunca fui una prioridad. Aprendí a valorar el poquito tiempo que me regalabas y los momenticos chiquitos que me robaba durante el día.
A veces también extraño sentirme culpable por ocuparte tanto, porque sé que siempre tenías algo más importante que hacer.
Después de escribir tan poquito creo que te extraño más.
Extraño al --- de España. Extraño tus recuerdos. Extraño tus helados sorpresa, los primeros chocolates que me trajiste una noche y las últimas galletas que me bajaste del Ávila sin ganas. Extraño invitarte al cine aunque no te gustara. Extraño tus abrazos, creo que es lo que más extraño.
Empecé a extrañarte el día en que empecé a pensar cuándo y cómo tenía que decirte que te quería. Cuando tenía que pensarlo dos veces antes de besarte, abrazarte, escribirte, preguntarte. Desde entonces te extraño tanto, y cada vez más.