Estoy escribiendo un poema que no es igual a como lo pensé cuando yacía en el suelo, aplastada por la decepción.
Edificio en renta. Todo o en partes.
Esto soy yo. El eso inamovible, certero, negado, obstinada a ser un edificio que pertenece al pasado y que se ha desmembrado por la frase que lo ofrece al mercado, cruel patrón.
Pude ser piedra colgada, piedra salvaje, piedra que vive su eterna vida sintiendo el aire del cambio, pero soy edificio de oficinas y huelo a abandono y a derrota.
¿Dónde, en la ciudad, te encuentras?
Mi única esperanza ha quedado en estado larvario, un negativo separado de la tira, un pedazo rebelde y estúpido que se negó a tomar color.
En las manos tengo mi castigo.
Vestigio de lo que fue.
Amigos que envejecieron, ventanas ominosas, pedazos de espejo que refleja a alguien que conoces pero que dejo de existir.
El aire, el sol, las voces de la gente que pasa por la acera, todo sabe a fracaso, a proyecto a medias, a polvo que se acumula, a lejanía, a algo que se ha estirado más allá de lo que puede, a alguien que grita porque ya no puede hacer nada más.
La ciudad (nueva, antigua) sigue vacía. La plaza cívica, el pequeño restaurant, la banca fría de piedra que no lo parecía, la fuente.
Mi única esperanza se tiñó de colores falsos. Mi único puente se venció antes de que pudiera cruzarlo.
¿Dónde, en el mundo, te encuentras?
Esta es mi expiación.
Lágrimas que no corren, una pluma que sólo existe para escribir esto, uñas de color papel, labios que hablan otro idioma.
Where, in my life, are you?
What a sad, pathetic life, I say to myself (that only being who can hear me) what a sad situation, what a sad beginning, middle and, end.
Where are you? Cause I miss you.
I do miss you. I do miss you a lot.
Esta es mi rendición.