Era una noche gris, lúgubre y solitaria. Tal vez como tu mirada, tal vez como te movías como el dada como una actriz.
Bailabas como si te programaran, como si te lo ordenaran. Eras arte y tus piernas lo sabían, los demás también pero no entendían tu concepto.
La sangre coagulada de una caída, mantenía la cruz justo sobre el baúl. El cuervo analizaba el movimiento de tu cuerpo azul, entre edificaciones mórbidas de cemento.
Deseo de corazón, corazón de alma, alma de deseo. Repetir hasta memorizar.
Ninguna bailarina resultó herida durante la realización de este poema.