Nos prorrogan los silencios, ese ‘sí’ que verdaderamente es un ‘no’.
Esa voz que grita calladamente, queriendo decir tanto, sin vocablo que exprese en una sola verdad de ese sentimiento que viene abrumándose entre los ecos de nuestra habitación.
Esa forzosa voz que calla, que silencia nuestros cuerpos, que los ubica en ese desierto, en esa desolación, en esa desesperanza, donde permitimos que habitara nuestro amor.
Ese silencio que llego a ser, lo único que nos unía. Ese espacio donde se escucha el temeroso viento, ahí, donde las aves cantan loores a todo lo deslucido, donde el blanco es *****, y, el carmesí de la pasión desvarió con las ilusiones perdidas--por lo que nunca se cumplió.
Esos silencios que nos ensordan, ese inaudible impasible, inconmovible e inexorable silencio, que amortiguo los sonidos de esas palabras que pudieron cambiar el rumbo de este amor.
Ese silencio que silenció los ‘Te quiero’ que retumbaban las paredes de esta relación.
Ese silencio que toma posesión de la única voz que tenemos, y, es que aquí uno de los dos, enmudeció por tanto tiempo… silenciando por siempre ese grandioso y bulloso amor.