Oh, Billy! rebujando el olor acre de la tierra encontraste el dolor esencial de los amantes. Matando al guerrero Sartoris resucitaste la voluntad férrea de Moisés y su vara, de Absalón y su escala. ¡Acompáñanos! porque la novela no ha terminado: se ha detenido (un poco) en el agonizante collado para labrar la tierra contigo, con ellos y los otros que conocen el misterio pero apenas lo revelan.