Fue Cervantes quien relató con su pluma sabia la extraña historia de dos amigos florentinos que por amor forzaron sobre sí la desgracia al maniobrar con impertinencia y desatino en el ánima de una recogida muchacha.
El esposo con el amigo la puso a prueba pidiéndole que a su mujer hiciera la corte sin prevenir el impertinente a dónde lleva la duda cuando no cuenta con ningún soporte.
Y el que pretendía sólo simular amor para satisfacer al esposo empecinado y comprobar de la mujer lealtad y honor, termino, al fin, de sus virtudes enamorado.
De tal modo que el marido quiso probar la honra colocándole acechanzas a la castidad de aquella desprevenida y sosegada esposa, las que fatalmente minaron su voluntad.
Lo que comenzaron como una prueba fingida terminó en calamitoso engaño verdadero porque quien pone trampas a la luz y la vida termina transitando por oscuros senderos.