El pidió un poema pero se le escapo decirme que no sabe leer. Así fue comenzando esta novela, donde todos los días, le deje un poema junto a su café.
Me esmere como me esforcé, a escribirle versos como Manzanero.
En denotarle toda la belleza humana transformada en palabras que sonaban como un Milanes. Palabras que le afirmaban cuanto lo quería como me sentía cuando me tocaba con sus manos ásperas, pero que en mi piel, eran suave y pegajosa como la miel. Que él fue un enigma que yo descifraba en uno que otro beso se desmantelaban toda esa pureza que solo en una sumisa y completa entrega se puede obtener.
Y así entre mil palabras, fui creando rimas, versos, y una que otra poesía, que yo le dejaba junto a su café.
Él nunca las leía ya que del amor el nada sabía…..