Te has traído, hijo mío, cierto aspecto de viejo: la carita arrugada, las manos con pellejos.
Envuelto en tus pañales y abrigados pañuelos, apenas se te ven cuatro pelitos negros.
Un envoltorio largo, un conito perfecto. Pareces realmente un bichito de cesto.De Ariel hicimos Alel, ahora, de Alel, Alelí, de Alelí, Lelito y Lito, de Lito, Litín... y así.Yo no he encontrado nombre más hermoso que Ariel, tú sabrás, hijo mío, lo que te haces con él.