Cuaderno, cuaderno en que la amada copia mis versos y dibuja flores. Eres como una rueca torneada donde se fuera hilando, poco a poco, toda la buena seda de mi alma. ¿En qué oculto cajón de quién sabe qué mueble y en qué casa, te encontrarán las manos revoltosas de nuestros hijos? (Ella tendrá tu cara, tus ojos sobre todo; él hará versos.) Y abrirán el misterio de tus páginas, un poco amarillentas por los años, murmurarán tus versos en voz baja y asombrándose luego, tal vez digan: ¡Mirá, papá y mamá, cómo se amaban!