Le pedí un sublime canto que endulzara mi rudo, monótono y áspero vivir. El me dio una alondra de rima encantada... ¡Yo quería mil! Le pedí un ejemplo del ritmo seguro con que yo pudiera gobernar mi afán. Me dio un arroyuelo, murmurio nocturno... ¡Yo quería un mar! Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, para que a mis sueños prestase calor. Me dio una luciérnaga de menguado brillo... ¡Yo quería un sol! Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso, y el verdor edénico, y el azul Abril... ¡Oh sórdido guía del viaje nocturno: ¡Yo quiero morir!