Turbaban mi conciencia en el precario vivir, el ala inquieta, el viento vario, fantasmas familiares, misterios presentidos, amores y cantares de jóvenes floridos, el vino, el mar, el día en el Acuario. Y la meliflua vocación interna; sentir, cantar, en raptos doloridos "ser yo", -"no ser"-, en sucesión alterna.
Tronco en la plenitud, hundió mi alma su raíz en el légamo de muerte que nutre las corolas de la vida, y dio el perfume infuso en su ramaje. Vuela el perfume, mas se consume; ilusorio celaje pide al éter sutil que lo asume y en el raudal fluïdo de las auras de abril hace el viaje y se consume...
¡Oh insaciedad del hálito y la nébula, y el amor, y el impulso, y el anhelo! No un dios pagano, pero sí su rastro. No el himno divo, pero sí el suspiro. No el mármol, mas el plinto de alabastro. Y una sensualidad de antiguo giro.