¡Torreperogil! ¡Quién fuera una torre, torre del campo del Guadalquivir! Sol en los montes de Baza. Mágina y su nube negra. En el Aznaitín afila su cuchillo la tormenta. En Garciez hay más sed que agua; en Jimena, más agua que sed ¡Qué bien los nombres ponía quien Puso Sierra Morena a esta serranía! En Alicún se cantaba: «Si la luna sale, mejor entre los olivos que en los espartales». Y en la Sierra de Quesada; «Vivo en pecado mortal: no te debiera querer; por eso te quiero más». Tiene una boca de fuego y una cintura de azogue. Nadie la bese. Nadie la toque.
Cuando el látigo del viento suena en el campo: ¡amapola! (como llama que se apaga o beso que no se logra) su nombre pasa y se olvida. Por eso nadie la nombra.
Lejos, por los espartales, más allá de los olivos, hacia las adelfas Y los tarayes del río,
con esta luna de la madrugada, ¡amazona gentil del campo frío!...