Este noble poeta, que ha escuchado los ecos de la tarde y los violines del otoño en Verlaine, y que ha cortado las rosas de Ronsard en los jardines de Francia, hoy, peregrino de un Ultramar de Sol, nos trae el oro de su verbo divino. ¡Salterios del loor vibran en coro! La nave bien guarnida, con fuerte casco y acerada prora, de viento y luz la blanca vela henchida surca, pronta a arribar, la mar sonora. Y yo le grito: ¡Salve! a la bandera flamígera que tiene esta hermosa galera, que de una nueva España a España viene.