Papagayo verde, lorito real, di tú lo que sabes al sol que se va. Tengo un olvido, Guiomar, todo erizado de espinas, hoja de nopal. Cuando truena el cielo (¡qué bonito está para la blasfemia!) y hay humo en el mar... En los yermos altos veo unos chopos de frío y un camino blanco. En aquella piedra (¡tierras de la luna!) ¿nadie lo recuerda? Azotan el limonar las ráfagas de febrero. No duermo por no soñar. Sobre la maleza las brujas de Macbeth danzan en corro y gritan: ¡tú serás rey! (thou shalt be king, all hail!) Y en el ancho llano «me quitarán la ventura -dice el viejo hidalgo-, me quitarán la ventura no el corazón esforzado». Con el sol que luce más allá del tiempo (¿quién ve la corona de Macbeth sangriento?), los encantadores del buen caballero bruñen los mohosos harapos de hierro.