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Cuando murió su amada
  pensó en hacerse viejo
  en la mansión cerrada,
  solo, con su memoria y el espejo
  donde ella se miraba un claro día.
  Como el oro en el arca del avaro,
  pensó que no guardaría
  todo un ayer en el espejo claro.
  Ya el tiempo para él no correría.Mas, pasado el primer aniversario,
¿Cómo eran -preguntó-, pardos o negros,
sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises?
¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?...   Salió a la calle un día
  de primavera, y paseó en silencio
  su doble luto, el corazón cerrado...
  De una ventana en el sombrío hueco
  vio unos ojos brillar. Bajó los suyos
  y siguió su camino... ¡Como ésos!
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