Dicen que el ave divina, trocada en pobre gallina, por obra de las tijeras de aquel sabio profesor (fue Kant un esquilador de las aves altaneras; toda su filosofía, un sport de cetrería), dicen que quiere saltar las tapias del corralón, y volar otra vez, hacia Platón. ¡Hurra! ¡Sea! ¡Feliz será quien lo vea!