Está la plaza sombría; muere el día. Suenan lejos las campanas. De balcones y ventanas se iluminan las vidrieras, con reflejos mortecinos, como huesos blanquecinos y borrosas calaveras. En toda la tarde brilla una luz de pesadilla. Está el sol en el ocaso. Suena el eco de mi paso. -¿Eres tú? Ya te esperaba... -No eras tú a quien yo buscaba.