Otra vez es la noche... Es el martillo de la fiebre en las sienes bien vendadas del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo! ¡Las mariposas negras y moradas!
-Duerme, hijo mío. Y la manita oprime la madre, junto al lecho. -¡Oh flor de fuego! ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera la oronda luna que blanquea cúpula y torre a la ciudad sombría. Invisible avión moscardonea.
-¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? El cristal del balcón repiquetea. -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!