Yo no quiero más que una mano; una mano herida, si es posible. Yo no quiero más que una mano aunque pase mil noches sin lecho. Sería un pálido lirio de cal. Sería una paloma amarrada a mi corazón. Sería el guardián que en la noche de mi tránsito prohibiera en absoluto la entrada a la luna. Yo no quiero más que esa mano para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía. Yo no quiero más que esa mano para tener un ala de mi muerte. Lo demás todo pasa. Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo. Lo demás es lo otro; viento triste, mientras las hojas huyen en bandadas.