De vértices quemados de subsueño de cauces de preausencia de huracanados rostros que trasmigran de complejos de niebla de gris sangre de soterráneas ráfagas de ratas de trasfiebre invadida con su animal doliente cabellera de líbido su satélite angora y sus ramos de sombras y su aliento que entrecorre las algas del pulso de lo inmóvil desde otra arena oscura y otro ahora en los huesos mientras las piedras comen su moho de anestesia y los dedos se apagan y arrojan su ceniza desde otra orilla prófuga y otras costas refluye a otro silencio a otras huecas arterias a otra grisura refluye y se desqueja