Siempre llega mi mano más tarde que otra mano que se mezcla a la mía y forman una mano.
Cuando voy a sentarme advierto que mi cuerpo se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse adonde yo me siento.
Y en el preciso instante de entrar en una casa, descubro que ya estaba antes de haber llegado.
Por eso es muy posible que no asista a mi entierro, y que mientras me rieguen de lugares comunes, ya me encuentre en la tumba, vestido de esqueleto, bostezando los tópicos y los llantos fingidos.