Hay que ingerir distancia, lanudos nubarrones, secas parvas de siesta, arena sin historia, llanura, vizcacheras, caminos con tropillas. de nubes, de ladridos, de briosa polvareda.
Hay que rumiar la yerba que sazonan las vacas con su orín, y sus colas; la tierra que se escapa bajo los alambrados, con su olor a chinita, a zorrino, a fogata, con sus huesos de fósil, de potro, de tapera, y sus largos mugidos y sus guampas, al aire, de molino, de toro...
Hay que agarrar la tierra, calentita o helada, y comerla ¡comerla!