Ya sé que estás desnudo, pero puedes mirarme con los ojos tranquilos. Los días nos enseñan que la fealdad no existe.
Tu vientre de canónigo y tus manos reumáticas, no impiden que te pases la noche en los pantanos, mirando las estrellas, mientras cantas y oficias tus misas gregorianas.
Frecuenta cuanto quieras el farol y el alero. Me entretiene tu gula y tu supervivencia entre seres recientes: "parvenus" de la tierra.
Pero has de perdonarme si no te doy la mano. Tú tienes sangre fría. Yo, demasiada fiebre.